lunes, 27 de septiembre de 2010

¿COMO CONTROLAR LAS GROSERIAS?

Los padres nunca se van a escapar de la etapa de groserías y patanerías de los niños, tan normal en sus ciclos de formación. Sin embargo, usted tiene la obligación de ejercer un control, con el fin de evitar consecuencias mayores. Con la ayuda de nuestros padres nosotros cambiaremos y seremos personas de bien.
El desafío y la oposición son las primeras conductas de desarrollo social que presentan los niños desde los 10 meses de edad: quieren llevarle la contraria al adulto, hacen pataletas y desean ser el centro de atención en todos los lugares. Por eso es bueno que nos corrijan cuando estamos pequeños ya que si no lo hacen seremos patanes y groseros y después sera duro controlarlos por eso es bueno que nosotros veamos la corrección de nuestros padres como un consejo para nuestra vida ya que ellos lo hacen para que nos vaya bien.

Las groserías las incorpora un niño tan pronto se adquiere el lenguaje, sobre todo cuando ingresan al jardín. A los 3 años el niño las utiliza por imitación, es decir, las dice pero no sabe qué significan. Esta etapa, tan normal para ellos, se denomina anal, porque son dados a pronunciar palabras como popó, chichí o caca. La actuación de los padres debe ser tan discreta como suelen hacer sus hijos al pronunciar esas palabras: no se deben sorprender ni hacer escándalo, porque hace parte de su desarrollo.
A partir de los 4 y hasta los 6 años los niños pasan por otra etapa, que es conocida como descalificación. Dicen palabras como bobo y tonto, y los padres deben explicarles que no se deben decir, porque lastiman a la otra persona. El motivo por el cual no es conveniente reírse ni molestarse, es porque el niño se dará cuenta de que puede manipular al adulto con esas actitudes. Es bueno que en las palabras más mínimas se corrijan por que muchas personas se pueden sentir o molestar por las palabras que les digamos y asta en un momento llegaremos a tener problemas y hasta de pronto una muerte innecesaria.

Si las palabras groseras nunca se las ha escuchado a sus padres y las aprenden en el jardín o en la casa de un familiar, los progenitores no deben prohibirle que visite esos lugares. La solución es hablar con el pequeño y preguntarle donde aprendió esa palabra, para intervenir y mejorar el conflicto.
El problema no es que el niño diga groserías, pues vive una etapa en la que aprender malas palabras es usual. Sin embargo, el hecho de que lo haga puede indicar que el menor tiene la necesidad de llamar la atención, un niño que está triste o deprimido y que busque de alguna forma generar importancia, agresividad, que está siendo objeto de maltrato en el jardín o en otro lugar.
“Acá lo importante no es censurar, sino comprender cuál es la razón que origina este tipo de comportamiento y hacer un control inmediato para evitar posibles consecuencias”, indica el especialista Muñoz. Las groserías pueden ir acompañadas de conductas agresivas como pegar, empujar o escupir. Antes de que el niño llegue a estos extremos, los padres deben poner límites con autoridad y si se les sale de las manos, acudir a un especialista de confianza. Es importante saber qué es lo que le pasa al niño porque lo que dice se refleja en su comportamiento y en su actitud ya que muchas veces es porque el anda deprimido o de pronto por problemas que hay en el hogar entonces los padres deben procurar por dar buen ejemplo respecto a los problemas del hogar y el uso del mal vocabulario.

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